Tan complejas como las de los seres humanos son las experiencias oníricas de los animales. A esta conclusión han llegado expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos), tras registrar las señales eléctricas del cerebro de un roedor mientras dormía. Los investigadores del MIT observaron que éstas eran similares a las emitidas por las personas cuando sueñan.
Neurología
De joven Bach, de viejo, fanático de Los Beatles
Expertos italianos del Centro nacional para la investigación del Alzheimer, en Brescia, han observado que algunos de sus pacientes afectados por demencia frontotemporal desarrollan un gusto musical por melodías que antes aborrecían.
En un artículo publicado en la revista de la Academia americana de neurología, el doctor Giovanni Frisoni ha indicado que dos sujetos que tiempo atrás habían calificado de ruido a la música pop, luego disfrutaban de ella a todo volumen tras manifestar los síntomas de aquel trastorno neuronal. Según Frisoni, “tal comportamiento no se produce en otras patologías, como el Alzheimer”.
En 1998, neurólogos de la Universidad de California ya había indicado la existencia de casos similares. Ahora Frisoni matiza que “para los ancianos, el pop es algo nuevo y ciertos estudios sugieren que la capacidad de percibir lo novedoso reside en el lóbulo frontal derecho del cerebro. Una lesión en esta área podría causar alteraciones en la percepción del ritmo, el timbre, el tono e incluso la familiaridad de las composiciones”.
Enhebrando su historia
Agujas, clips, alfileres y demás piezas punzantes
Ojo a la aguja! Éstas no fueron siempre de acero ni rectas, tampoco tuvieron un ojo como dios manda y las primeras no se usaron para coser. Enhebrando su historia, 20.000 años atrás los hombres de las cavernas emplearon una tosca especie de aguja de hueso o cuerno de algún animal para realizar pinturas rupestres. Aunque las primeras agujas de hierro se usaron en el Antiguo Egipto en el 2000 a. de C., este utensilio de costura en el sentido moderno no apareció hasta entrado el siglo XIV, en Alemania. En lugar de ojo, aquellas agujas tenían unos pequeños ganchos cerrados a través de los cuales se introducía el hilo. Las costureras en España dispusieron de alfileres y agujas de acero pulimentado desde el 1500. A cada puntada. Hoy en día, las agujas de coser se fabrican a partir de alambre laminado de acero de unos 5 mm de diámetro. Este grosor se ajusta luego al tipo de pieza deseado, desde las más gruesas, de unos 3 mm de diámetro, a las más finas, de 0,35 mm. Una máquina especial se encarga de enderezar el alambre, lo corta en la longitud adecuada –el doble del largo de una aguja, ya que éstas se fabrican por parejas, cabeza con cabeza–, y afila sus extremos. Después una prensa practica los ojos de pasar el hilo y otras máquinas se encargan de dividir las parejas, redon- dear sus cabezas, además de pulir y niquelar las piezas resultantes. En realidad, hay tantas variedades de agujas como tipos de costura. Así, para bordados en diferentes colores se emplean unas con dos o más ojos donde enhebrar los distintos hilos o bien uno solo, pero más alargado, por donde pasar hasta tres a la vez.
Alfiletero mayor En 1872, el fabricante de juguetes francés Benjamin Bohin fundó su propia fábrica de agujas. Hasta entonces, los ingleses y alemanes habían sido los máximos exportadores del continente. Hoy la factoría Bohin vende a más de 40 países.